miércoles, octubre 1

La tercera estación


Hace apenas unos días entró la tercera y más olvidada estación del año, el otoño. El invierno con sus fiestas y reencuentros, con sus paisajes fríos muy del hemisferio norte, con su olor a comida y esperanza de regalos se define por sí mismo. La primavera con su renacimiento intrínseco, su florecer de sentimientos, con la vuelta del sol y la despedida del frío le han ganado un lugar en la imaginaria y en la poesía universal. Finalmente nos topamos con el verano, el caluroso verano que sabe a playa, a sol arena y sal, que sabe a casa y a juegos, que suena a vacaciones y a viajes, si bien no tiene tanta poesía como su hermana la primavera, todas las historias, novelas, películas y más que ocurren en él hacen que no la extrañe.

¿Y el otoño? quizá alguna referencia a sus hojas color de oro viejo, alguna más a la caída de las mismas, a la hojarasca sobre el camino. Pero sin las historias del verano o los sentimientos a flor de piel de la primavera, ni mucho menos la contradictoria calidez del invierno, el pobre otoño queda como estación de paso, como diría una canción "el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno" y así nos se deslizan los días en que el sol se va poniendo más temprano, en que comenzamos a contar los días que le quedan a este año que se va, en que las cuentas de fin de año, los planes y los miedos comienzan cual roca cuesta abajo a tomar velocidad y acercarse, para como siempre que vemos algo venir, tomarnos desprevenidos en el último momento.

Y sin embargo, a mi me gusta el otoño, me gustan sus tardes, sus fríos que no calan los huesos, su sol más dorado que amarillo, sus tonos y su nostalgia. Me gusta el traje que la tierra se viste cual fruta madura, me gusta la sensación de hogar que me evoca el otoño, usar mis bufandas y mis suéteres hace mese guardados. El otoño me sabe a maderas, a recuerdos perfumados, a nostalgias que provocan sonrisas y la calidez de la caricia que ha sido, que es o que será.

¿O que estación les gusta más?